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Azkena Rock Festival 2016: crónica y fotos del sábado


El sábado amaneció gris y frío pero sin lluvia, lo cual vista la tremenda caladura del día anterior era de agradecer. Repuestos con un contundente desayuno nos encaminamos a la Plaza de la Virgen Blanca que en los últimos años se ha convertido en un centro neurálgico de rockerio azkenero, merced a los conciertos programados al mediodía por la organización del Azkena Rock Festival.


Este año el elegido para el sábado fue Luke Winslow-King al que nos perdimos la noche anterior y que apareció puntual en el escenario, apareciendo nosotros también puntuales en la Plaza, que ya estaba abarrotada de gente.

En anteriores años los conciertos consiguieron que a esa hora tan poco rockera la gente bailara y saltara como de madrugada, pero este año el elegido pese a demostrar una calidad fuera de toda duda no lo consiguió. Quizás su blues-rock con toques de country no conectó con la gente, salvo en los temas finales. O quizás es que hacía bastante frío pero lo cierto es que el bolo no pasó de ser una especie de hilo musical para que la gente departiera acerca de lo ocurrido el día anterior o se reuniera para ir a comer antes de la intensa jornada que nos esperaba.


Tras quince años de festival, habiendo asistido a todas las ediciones salvo la primera, el componente musical del festival, esto es, los conciertos, pasa a segundo plano en ocasiones, siendo las reuniones con amigos y amigas con los que nos encontramos año tras año en Vitoria-Gasteiz una de ellas. De hecho a veces la oportunidad de reunirte con esa gente a la que en su día conociste en el Azkena y con la que te une la pasión por el rock n´roll se convierte en un atractivo mayor que un supuesto cabeza de cartel. Eso precisamente motivó que nos retrasaramos hasta las siete de la tarde justo en el momento en el que los islandeses The Vintage Caravan comenzaban su concierto. Un trío joven y muy rockero con un técnica apabullante que recordaba a clásicos como Cream o bandas más actuales como Radio Moscow, pero nuestro objetivo de esa hora eran Radio Birdman.


En una reciente entrevista la veterana banda reconoció que no salió muy contenta de su anterior actuación en el festival gasteiztarra, allá por 2004, por lo que en la visita de 2016 iban a salir a por todas, esto, junto con el apabullante pase del año pasado en el Kafe Antzokia bilbaíno, nos animó a acercarnos a las primeras filas para no perdernos detalle de la actuación de Rob Younger y Deniz Tek. Para nada defraudaron, pletóricos de energía y rebosantes de juvenil pegada, consiguieron que la gente se volviera loca e hiciera surf entre manos y brazos a ritmo del "T.V. Eye" de los Stooges. Demoledores.


Los solapes, eterno problema en este tipo de festivales, caprichosos solapes, hicieron que casi coincideran los Radio Birdman con los también australianos Scientists del mítico Kim Salmon, pudiendo ver apenas tres o cuatro canciones de estos pues a su vez este bolo coincidía con el de la irlandesa Imelda May y queríamos ver a ambos. En fin, locura festivalera. De los Scientists, destacar, además del curioso ropaje de Salmon y la presencia del bajista de los Dubrovnicks, que todavía conservan ese aroma garajero que estableció la base del sonido de cientos de bandas australianas. De la irlandesa destacar, además del favorecedor cambio de look, muy favorecedor, que parece estancada en ese mundillo rockabilly del que no acaba de escapar y que creo que la limita, porque Imelda va sobrada de actitud y de voz y de presencia escénica. Espero que el cambio de look, melena negra a lo Chrissie Hynde, la ayude a despegar y dar el salto a la escena rockera "generalista" que pareció iba a dinamitar con su primer trabajo.


Practicamente todo el grupo de amigos que acudimos el sábado a Mendizabala somos grandes fans de 091, algunos no dudamos en desplazarnos a la cita logroñesa del Actual a primeros de año a presenciar el primer concierto de su gira de reunión. Aquel pase, quizás precipitado por compromisos comerciales, mostró a una banda desbordante de pasión y energía pero falta de engranaje entre sus miembros, falta de ensayos tras muchos años separados.

Eso lo han superado con creces tocando sin descanso en los últimos meses presentandose en el escanario pequeño, el llamado Scott Weiland, como una perfecta máquina engrasada para rockear, y vaya si lo hicieron. Las guitarras más crudas sonaron en ese escenario, la base rítmica también fue la más contundente y la voz de Pitos sonó a gloria. Bolazo de los que hacen historia, con un repertorio envidiable, "Zapatos de piel de caimán", "Otros como yo", "Sigue estando Dios de nuestro lado", "La torre de la vela" o sus grandes éxitos "Qué fue del siglo XX" y "La vida qué mala es" en el que faltaron muchos temas. Si se pudiera elegir un concierto de cada edición para que al año siguiente repitiera, sería sin duda el de 091, pero en el escenario grande y con dos horas de pase. De cabeza de cartel, se lo merecen.


Fue misión imposible acceder más cerca de la zona derecha lindante con la carpa para ver el concierto de The Who. El espléndido concierto de los granadinos 091 hizo que nos retrasaramos y encontraramos abarrotada la explanada del escenario principal y es que había gente haciendo cola frente al escenario ya desde primera hora, rockeros de los de toda la vida, mods, gente normal y corriente y bastante gente joven con dianas y logos referentes a los británicos.

Casi sin tiempo para pedir el enésimo katxi de la noche comenzó el concierto, centrando la primera parte en himnos sesenteros de su etapa modernista, recordándonos en la inmensa pantalla del fondo esa época, repleta de vespas, parkas verdes y animación juvenil, "I Can't Explain", "Substitute", "Who Are You", esta de los setenta y con guiños a una célebre serie televisiva, "The Kids Are Alright", "I Can See for Miles" ligeramente psicodélica, y "My Generation", en versión extendida sonaron potentes, aunque bajas de volumen desde nuestra zona.

Roger Daltrey no mostraba apenas síntomas de pérdida de voz y Pete Townshend nos regalaba sus característicos molinillos mientras descargaba riff tras riff. Del resto de la banda, en penumbra a lo largo de todo el show, solo se hizo referencia en las pantallas de video al batería Zak Starkey, hijo de Ringo Starr y al bajista Pino Palladino en su momento de lucimiento en "My Generation" (el resto de la banda fue presentada al final del concierto). Tras una ideal "Behind Blue Eyes" decidí rodear la carpa y encarar el escenario principal por la parte derecha, lo que para mi sorpresa fue fácil, presentandome mientras sonaba "You Better You Bet" en quinta o sexta fila, antes había sonado "Join Together". Desde aquí el sonido me seguía resultado algo bajo, pero la oportunidad de ver a dos de mis ídolos a escasos metros de distancia lo compensaba todo. La parte intermedia del espectáculo la reservaron para los temas de sus operas rock "I'm One", "5:15" con proyecciones de la peli Quadrophenia, "Love, Reign O'er Me" con exhibición de Daltrey, "Amazing Journey", "Sparks", "Pinball Wizard" y el dramatismo del tema de "Tommy" "See Me, Feel Me", completaron esa parte de una forma magistral. La banda se guardó para el final dos de sus grandes temas "Baba O'Riley" durante el cual perdí la voz gritando aquello de "Teenage Wasteland" y a modo de cierre "Won't Get Fooled Again", durante el cual el espigado guitarrista nos demostró que no ha perdido un ápice de su técnica.


Muy buen concierto, que satisfizo a cuantos fuimos a verles y nos demostró que todavía le queda vida a una banda que a estas alturas ha gastado dos bolas de las cuatro que tenía al inicio de la partida. Con el subidón que nos proporcionó The Who nos acercamos más como señal de respeto que por otra cosa al escenario principal donde le tocaba el turno a Marky Ramone.


Se han hecho mil y una chanzas sobre este tipo, de sus fotos con casposos personajes estatales, de su peluca o de su pose de tipo duro, pero lo qu ees cierto es que el concierto que él y su banda, liderada por un Stringfellow, miembro de The Posies, que parecía contagiado de una pasión juvenil desbordante, fue de los mejores del día. Tanto que se nos contagió esa energía y acabamos pogueando en las primeras filas mientras berreabamos "Sheena is a punk rocker", "Pet Cementery", "Blitzkrieg Bop" o "The KKK took my baby away" sujetando de la camisa al cantante para evitar que se cayera de la valla, todo ello con una enorme sonrisa de satisfacción que no pude quitarme hasta el lunes.


Aquello fue un tremendo concierto de punk rock que reprodujo lo que pudo haber sido ver a los Ramones en el mítico concierto de nochevieja de 1977. Como fin de fiesta y tras el tremendo concierto ramoniano los Supersuckers se nos antojaron perfectos. En clave country rock y con un verborreico Eddie Spaghetti cerraron el festival de una forma excepcional y que disfrutamos tranquilamente desde la distancia degustando una pinta de Guiness.


Sí, este año el camino de vuelta al hotel fue tortuoso, pero más lo fueron las agujetas del día siguiente, porque... a quién coño se le ocurre poguear con 44 años...

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