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Jueves en el Bilbao BBK Live: crónica y fotos


Este año una vez más y para no faltar a las buenas costumbres, volví a repetir aquello de "no vuelvo a un festival". Lo dije el sábado, a una hora nada recomendable y mientras bajaba esa interminable cuesta que nos dirigía a los autobuses. Y no, no lo dije porque la organización hubiera sido mala, al contrario este año ha sido la mejor edición del Bilbao BBK Lives Festival en ese sentido, tanto en el tema de restauración, como de servicios, accesos o temas técnicos, luces, sonido, etc,... ni tampoco ha sido por el cartel, que pese a que poco o nada se adaptaba a mis gustos musicales, sí incluía artistas y grupos a los que me apetecía mucho ver y de los que daremos cuenta a continuación. Ni tampoco ha sido porque me lo haya pasado mal, al contrario, siempre me lo paso genial en este festival dando rienda suelta a un hedonismo festivalero que se pasa aletargado la mayor parte del año. Por ninguna de las anteriores razones pronuncié la frase de marras, o mejor dicho, por todas y por ninguna de las anteriores razones. En esencia se trata de que la orientación que esta tomando el festival y que este año ha quedado clara es la de estar dirigido en su mayoría a un publico veinteañero/treintañero en el que ya no encajamos. Supongo que el año que viene, como todos los años, volveré a repetir la frasecita y quizás volvamos a repetir esta larga introducción, pero la sensación de desubicación, de brecha generacional, nadie nos la quita.


Empezamos el jueves con los Black Rebel Motorcycle Club en el Escenario Heineken, en el que la sobriedad de la propuesta del trío, tanto en vestimenta, de negro riguroso, como en lo musical, rock indie con un punto psicodélico que remitía a unos The Jesus & Mary Chain más guitarreros, contrastaba con el sol que brillaba en lo alto del azul cielo bilbaíno y con la diversidad de ropajes y colores del público (no diré nada de los gorros de publicidad, ni de esa costumbre de ir disfrazado a un festival). Aun así y pese al cansancio que reflejaba su rostro, salieron airosos de su concierto, combinando lisérgicos mantras "Beat the Devil's Tattoo" y temas punkys, un "Weapon of Choice" más acelerado de lo habitual con interpretaciones acústicas que remitían a puro blues del Delta. A mi me gustaron.


Triggerfinger en la carpa fue uno de los conciertazos del día y probablemente del festival. Elegantementes vestidos, con una cuidada estética al más puro estilo gangster comenzaron a descargar temazo tras temazo ante un público entre entregado y atónito. Dirigidos por el carismático Ruben Block, Mario Goossens en la batería (¡qué loco está este tipo!) y Paul Bruystegem al bajo engancharon al público en un desenfreno orgiastico de stoner rock. Brutales, inmensos...


Al mismo tiempo Future Islands empezaban en el escenario Bilbao el show en el que su hiperactivo cantante Samuel T. Herring saltó, bailó, se golpeó el pecho con vehemencia, teatralizó las canciones, rugió, golpeó el suelo y gritó con un paroxismo que en ocasiones rozó el ridículo pero que al público le encantó, sobre todo en las canciones más conocidas "The Chase" y "Seasons (Waiting on You)".


Optamos por cambiar el pop electrónico ochentero de Future Islands por el rock de raíz americana e inspiración folk de Counting Crows. Seguimos a los de Duritz desde su primer disco "August & Everything After" de 1993, pero nunca habíamos tenido la oportunidad de verlos en directo, por lo que las ganas eran enormes. Cogimos buen sitio y mientras el sol se ocultaba por detras del escenario aparecieron en escena los siete músicos y ya desde la primera canción "Round Here" dejaron claro que posiblemente hayan sido el mejor grupo, musicalmente hablando, de esta edición. Las guitarras, hasta tres, sonaban perfectas, el bajo y la batería perfectamente compenetrados, los teclados dirigiendo al grupo, sencillamente perfecto. Otra cosa es lo de Adam Duritz.


Es más que conocida su manía de cantar las canciones como le apetece, sin respetar el tempo del tema, supongo que desquiciando a los músicos, y también a parte del público que no aguanta esa manía. Personalmente no me importa, aunque entiendo que si vas a oir "Mr. Jones", tercer tema del set, te fastidie encontrarte al señor Duritz, camiseta de los New York Dolls y rastas, cantandola a su aire y "destrozandola". Como digo a mi no me importa y pude cantar aquello de "I want to be Bob Dylan" a grito pelado entre desconcertados seguidores del grupo. Venían presentando nuevo disco "Somewhere Under Wonderland", por cierto muy recomendable, y combinaron temas del mismo, "Palisades Park" que sonó deliciosamente springstiniano, con canciones clásicas como "Omaha", "Colorblind", "A long December" o "Rain King" en una versión diferente que en su estribillo sirvió para que botáramos y gritáramos como adolescentes. Terminó con un guiño, con el tema "Holiday in Spain" y al día siguiente en el NOS Alive! 2015 terminaron con el archiconocido "Accidentally in Love", dejando en el tintero y, esperemos que para otra ocasión, muchos, muchísimos, temas que nos apetece oir. Nos supo a poco, pero para mi el concierto del festival.


Llegaba el plato fuerte del día con el concierto de Mumford & Sons, cabeza de cartel del jueves y por lo tanto actuando en el escenario principal. Nos sorprendió que la segunda canción fuera la conocida "I Will Wait", eso es quitarse presión. A partir de aquí el concierto discurrió, entre épicos temas nuevos que sonaron ampulosos y grandilocuentes, como en ese temazo, porque es un temazo, pese a que el nuevo disco "Wilder Mind" no nos guste demasiado, que es "Snake Eyes", superando con creces la propuesta de los Kings of Leon, (grupo que también actuó en ese escenario y con el que comparten similitudes), y desbocadamente folkies en temas de sus dos primeros trabajos, como "Lover of the Light" o "Below My Feet". Se vieron reforzados por un violinista y una sección de vientos y pese a no alcanzar las cotas de intensidad de su concierto del 2012, cumplieron con creces las expectativas, haciendo botar de lo lindo a la gran mayoría del público. Quizás su nueva propuesta se diluya entre los temas antiguos y en ocasiones patine alejandolos de aquella comunión con el público que les hacía imbatibles en directo, pero no será por no intentarlo, pues el cantante Marcus Mumford, el más carismático del combo, saltó a cantar entre el público, tocó la batería y se esforzó lo indecible durante todo el pase. El bis con un tremendo "The Wolf", otro temazo de su nuevo disco, sirvió para demostrar que son un gran grupo capaz de emocionar y de hacer vibrar al público pero que necesitan centrar su propuesta y encontrar un su sitio.


Terminado este concierto, la nostalgia de tiempos muy preteritos hizo que optasemos por ver a Dover en una abarrotadísima carpa, en detrimento del bailoteo con los Capital Cities. Decisión más que acertada ya que la conjunción rockera de los clásicos de las hermanas Llanos, Jesus Antunez y Samuel Titos junto con los temas nuevos hicieron de este concierto una más que digna despedida del primer día del festival.

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